31 de diciembre de 2012

Gracias.

El calor abrazador parece llevarse mis siestas. La temperatura agradable del Norte no me deja dormir. Por momentos pareciera que tampoco me deja respirar. Si salgo por la ventana, me queman los rayos de este sol que a veces está y a veces no. A veces juega a las escondidas, desaparece por días y deja lugar a días nublados y grises, dignos del mejor invierno correntino (que es relativamente tranquilo). Pero no, esto es solo un espejismo momentáneo. La realidad es que el sol jamás desaparece. Al igual que el resto de los astros, siempre está, siempre estará. Sólo se va de a ratos, para recordarnos cuan necesaria es su presencia en nuestro universo.

Durante todo el año, así fue mi vida. Caos, caos y mas caos. A veces estaba en un sólo lugar y me comprometía a no salir de él. Dedicaba canciones, estados, emociones a las personas equivocadas. Fue allí que me dí cuenta que debía migrar y comencé a andar de aquí para allá. Todo el año se resume en períodos intermitentes. A veces estaba muerta por dentro, otra veces revivía. Yo no era como los astros. Yo no siempre estaba, no siempre me ibas a encontrar. A veces, cuando yo me dejara encontrar y tuviera ganas, tenías que aprovechar para atraparme. Pero generalmente, ni yo sabía donde estaba parada.

Estuve perdida mucho tiempo. Realmente perdida. No sabía bien que quería. Y cuando descubrí lo que quería, dudé de realmente quererlo por mi misma. Pensaba que me estaban manipulando. Pensaba que me metían ideas en la cabeza, que me estaban lavando el cerebro y que debía de escapar de algún modo. Entonces volvía a incurrir en mis fallas. Creyendo que era el camino correcto y alejándome cada vez mas de lo que en un futuro lucharía tanto por conseguir.

No se bien en que momento mi cabeza me hizo click. Probablemente fue un proceso gradual, de a poquito. Dejé de cometer errores porque tenía gente al rededor que me pidió que no lo haga mas. Que piense. Que vaya sobre mis pasos, una y otra vez y vea si era lo que realmente quería. Y terminé por desmoronarme. Y aceptar que no. No es lo que quiero. Pero no por nadie mas. El echo de que hayan sido capaz de guiarme no quiere decir que tenga que adoptar sus ideologías. Me descubrí a mi misma, logre identificarme a mi en lo que decían.

Por eso quiero dar gracias. Infinitamente gracias. Por estar ahí cuando caí y no reírse de ello. Por saber levantarme aún cuando ni yo misma sabía que tenía problemas. Por explotarme con la visión del mundo que creí evitar llendo para el otro extremo. A veces una sacudida no viene del todo mal, aún cuando ni sabes que la necesitabas. Pero yo si la necesitaba. Si no me hubiese golpeado, no habría sabido todo lo que estaba perdiendo. Y lo que perdería después, que probablemente fue lo peor. Pero al menos, ahora se que, quizá la próxima vez, no pierda más. 

Quizás en este nuevo año, me toque ganar (más).

Por eso, una y mil veces, gracias.

¡Hasta el año que viene!



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